¡MUJERES OLVIDADAS, MARGINADAS, IGNORADAS! UNA SIMPÁTICA REFLEXIÓN por Claudia C Figueroa J.

Leyendo “Lo maravilloso y lo cotidiano del Occidente medieval”, de Jacques Le Goff, tope con un párrafo interesante que dice: “los sexos, cuya consideración debe determinar una desmasculinización de la historia… ¡Cuántos caminos, aun dentro del Occidente medieval, van a desembocar en la mujer! En muchos aspectos la historia de las herejías es una historia de la mujer en la sociedad y en la religión. Si en materia de sensibilidad se registra una novedad, cuya invención podemos asignar a la Edad Media, es precisamente el amor cortesano, que se construye alrededor de la imagen de una mujer. Michelet, que siempre capta bien lo esencial, cuando busca en el alma medieval encuentra la belleza diabólica de la hechicera, la pureza popular y, por lo tanto divina, de Juana de Arco ¿Qué otra cosa saca a la luz el más importante fenómeno de la historia “espiritual” (en el sentido de Michelet) de la Edad Media, sino la aparición fulgurante de la Virgen en el siglo XII?[1]

Pues bien, el tema que se me presentó fue precisamente el de la mujer, despertando mí atención. En paralelo a la lectura del libro que refiero, me encontraba investigando como historiadora otro tema en El Cojo Ilustrado[2], y curiosamente, comencé a notar los nombres de muchas mujeres que se estaban destacando en los campos de la literatura, la música, y el teatro, justamente en los últimos diez años del siglo XIX. Así que tomé lápiz y papel, y empecé a registrarlos, para mi sorpresa la lista iba por 186 mujeres destacándose en la escritura, la música, el canto, el teatro, entre otras artes, en las ciudades de Coro, Valencia, Barquisimeto, Caracas, Cumaná y Ciudad Bolívar. No conforme con estas primeras pesquisas, se me ocurrió que debía revisar otras fuentes[3], para indagar más acerca del papel de la mujer en su cotidianidad, y también fue sorprendente,  encontrar a mujeres que hablaban inglés y francés[4], además del castellano, acostumbraban a ir a tertulias, a teatros caseros, desempeñándose en dichas actividades sin descuidar el hogar y la religiosidad que la época les imponía. Así mismo, sentí curiosidad por conocer e indagar qué tanto han sido ignoradas, olvidadas, y marginadas las mujeres en los siglos posteriores a la Edad Media, en Venezuela, pero concretamente en el siglo XIX.

El interés por el tema fue en aumento al descubrir que nuestra primera escritora fue una monja,- Sor María de los Ángeles-, es decir María Josefa de la Paz y Castillo, del convento de las Carmelitas Descalzas de Caracas, la cual desarrolló su pluma dándose a conocer, a través de su poema Anhelo, siendo éste publicado en El Parnaso, de Julio Calcaño[1]. Por otra parte, si bien María de Alcalá Rendón, no fue una escritora, ésta se preocupó por la educación de las niñas y su formación. De su propio bolsillo, fundó en Cumaná la primera escuela primaria para niñas, de tipo pública en el año de 1778, la cual estuvo en funcionamiento hasta mediados del siglo XIX[2] Pero la participación de las mujeres en la cotidianidad venezolana, no sólo se focalizó por alguna que otra mujer de la época, sino que más bien, fue variada a todo lo largo del siglo XIX, pese a los cambios políticos, que implicó el paso del período colonial al republicano: Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII 19 de abril de 1810, Acta de la Independencia 5 de julio de 1811, Guerra de Independencia, con las respectivas perdidas de la primera y segunda república, el Congreso de Angostura de 1819: que da nacimiento a la República de Colombia; la Cosiata de 1827, la ruptura con Colombia en 1830, y seguramente se pensará, que todo en Venezuela giró alrededor de los acontecimientos políticos, y por tal, la mujer, no tuvo nada que ver en la vida cotidiana del país. ¡Pues, no! ¡No, fue así! Nos encontramos con mujeres que participaron en la independencia como Luisa Cáceres de Arismendi,- muy conocida por todos-, otras que asistían a las sesiones del Congreso en Valencia como Barbarita Nieves, Concepción Mariño y la Sra. Peña[3]; mas las principales ciudades del país en ese momento, y sobre todo Caracas, tenían una vida social y cultural bastante activa, habían obras de teatro viernes, sábados y domingos, se daban tertulias, bailes y conciertos. Se presentaban prestidigitadores, acróbatas franceses de cuerda floja, conciertos de aficionados, flautistas, bailes, pianistas y poetisas como la Sra. Vollmer[4], la Sra. O´Callaghams[5], y hasta había en Caracas un librero: el Sr. Espinal[6], lo que permite inferir, la existencia de una sociedad que leía y/o por lo menos se interesaba por el saber y la cultura. Es importante señalar que la sociedad que parte de 1830 en adelante, va andando en ese transitar de las reformas liberales, aunque sigue siendo para ese momento profundamente conservadora, mantiene la esclavitud, limita los derechos ciudadanos y establece un sistema electoral cuyos elegidos y electores son miembros de esa minoría oligárquica que dispone del saber y detenta el poder económico, pero ello no evito que se fueran concretando cambios como por ejemplo, la libertad de cultos[7].

En paralelo al sector conservador, aparece la oligarquía liberal, a la cabeza de los hermanos Monagas[1] permitiendo esto, nuevas reformas, entre las cuales está la abolición de la esclavitud en 1854[2]. Entonces nos encontramos ante una sociedad que es inestable social y políticamente hablando, no obstante, ella permite que se operen cambios de manera sutil pero firmes, con todo y la llegada de la Guerra Federal a finales de la década de 1850. Aparecerá en escena Antonio Guzmán Blanco, junto a Juan Crisóstomo Falcón y Ezequiel Zamora, enfrentando al sector conservador tradicional sin mayores logros. En 1861 el General Paéz regresa a poner orden, deteniendo el enfrentamiento entre los conservadores y los liberales tras la firma del Pacto de Coche de 1863. Así los Liberales Federalistas o Amarillos, asumen el poder en 1864. En 1868, se da la Revolución Azul, reuniendo a conservadores y liberales en sus filas, acentuando la crisis política; se llega a 1870, con Antonio Guzmán Blanco a la cabeza del poder y Gobierno del país por veinte años, y es cuando comienzan realmente las transformaciones: se modernizan las instituciones, se restablece la paz social, sin que eso implique la ausencia de conflictos, como el del Estado con la Iglesia, se crea un nuevo Código Civil, se decreta e impulsa la educación primaria, gratuita y obligatoria, se construyen vías de comunicación y ferrocarriles. En el marco de ese contexto, la sociedad venezolana, y específicamente la caraqueña siguió cultivándose en las letras, la música, el canto, asistiendo asiduamente a tertulias, al teatro, dedicándose a la pintura, entre muchas actividades de índole cultural. Puede apreciarse a lo largo de las décadas de 1880 y 1890 las producciones de Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, sobrina nieta del Libertador, nacida en 1844, descendiente directa de María Antonia Bolívar de Clemente. Al celebrarse el centenario del nacimiento de Simón Bolívar en 1883, el Gobierno Nacional, le asignó la tarea de recolectar en toda la República las labores de mano, de las damas como muestra de la artesanía venezolana, y organizar un Salón Especial en el Palacio de la Exposición para exhibirlas. Esta mujer escribió y publicó dos libros: uno en 1885 intitulado: Catecismo de Historia de Venezuela; el otro en 1895, Compendio de la Historia de Cristóbal Colón, ambos libros fueron declarados textos oficiales en Venezuela, Curazao y Puerto Rico. El 1 de enero de 1893, el Gobierno de Joaquín Crespo, creó la Escuela Normal de Mujeres, nombrando a Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, Directora y Fundadora de la misma[3]

Otra mujer que se debe conocer es Concepción Acevedo de Taylhardat[4], escritora, poetisa, educadora y periodista. A sus 12 años de edad comienza a publicar sus primeros versos. En varias ocasiones escribió con el seudónimo de Rebeca. En 1885 dirigió el periódico literario Brisas del Orinoco. En 1888 publica su primer libro Flores del Alma. Puede también leerse sus producciones literarias en dos semanarios: El Ávila, de 1891; y La Lira desde 1895 a 1928. Así mismo, llegó a ser Subdirectora y Directora de la Escuela de Artes y Oficios de Mujeres de Caracas a partir de 1916. Pero no sólo en el campo de las letras, la educación, las artes y los oficios, se destacó la mujer decimonónica, nos encontramos con Flor María Cárdenas[5] que en 1887, recibió los grados de Capitana y Comandante, por haber participado en la Revolución Legalista de 1892, recibiendo de manos del presidente Joaquín Crespo, el Grado de Coronela del Ejército de la República, como única mujer en toda la historia de Venezuela en obtener un grado por merito de guerra. En 1897, se graduó de enfermera, y se desempeñó como partera en la maternidad del Hospital Vargas. En 1898, comandó el pelotón militar en las honras fúnebres de Joaquín Crespo, en Capilla Ardiente, en el Capitolio Federal.

En 1890, irrumpe como escritora y poetiza Polita de Lima[6], al fundar la revista Armonía, y la Sociedad Alegría. En 1894, crea Flores y Letras, y la Biblioteca Colombiana en Coro, bajo la presidencia de Virginia Gil de Hermoso,- también escritora-, en el marco del Cuatricentenario del Descubrimiento de América 1492-1892. A partir de 1896 colabora con El Cojo Ilustrado., en el que se pueden leer sus escritos. Hacia 1892, aparece en escena Jacinta Parejo de Crespo[7], Primera Dama de la República que participó activamente en la política del Estado venezolano: opinando, asistiendo a reuniones, y participando en proyectos atinentes al Jefe de Estado. Tuvo activa participación en la Revolución Legalista. Y para no extenderme en la larga lista de mujeres a la cual hice referencia al principio de este escrito, voy a mencionar a Carmen Brigé y a Emilia Pardo Basan. Ambas publicaron varios de sus escritos en El Cojo Ilustrado[8] a lo largo de la circulación de esta revista, entre los cuales me permito mencionar “Auto-psicología[9], y “Madrigal[10] de Carmen Brigé; y “Cuento de Invierno[11] de Emilia Pardo Basan.

Así como hubo espacio para las escritoras, también lo hubo para que las autoras de partituras musicales como Cleofe Arciniega autora de “Sincero Afecto”, Rosa M. de Basalo, con su obra “Ausencia”, dieran a conocer sus creaciones. En cuanto al canto lirico y a las operas, se encuentran distintas mujeres venezolanas y extranjeras participando en las mismas, se tiene a Isabella Suicher, Primera Tiple ligera de la Compañía de Opera Italiana; y nuevamente como escritora se tiene la participación de la española Josefa Pujol de Collado, con una columna en El Cojo Ilustrado, llamada “Página para damas”, se ha de señalar que las revistas de la época tenían espacios dedicados a la mujer y sus producciones. Así que, de manera continua muchas mujeres venezolanas y extranjeras gozaron de poder tener acceso a un medio divulgativo para sus producciones, reconociéndoseles sus talentos y respetando su arte. Muchas veces por desconocimiento de un pasado no tan remoto, creemos a la luz de hoy que la mujer de un tiempo anterior sólo estaba confinada a su casa, en labores del hogar, y resulta que cuando se hurga en ese pasado se descubre que no es así; nos topamos con mujeres que trabajaban como domésticas, cobrando por sus servicios como Dolores y María[12], un salario de 8 dólares al mes en 1826, según lo refiere Kerr Porter, o como la Sra. Lewis que enseñaba en Caracas a tocar el piano forte como maestra en 1827[13]; o vendiendo periódicos como pregonera y billetes de lotería como lo refiere en su libro Williams Eleroy Curtis, titulado: Venezuela país de eterno verano, 1896[14].

Así que pensar en mujeres olvidadas, marginadas, o ignoradas, sólo demuestra una cosa: nos falta mucho por conocer…


  • [1] José Tadeo y José Gregorio Monagas
  • [2] En: ACOSTA, Vladimir (1989) Reformas liberales y acumulación originaria en América Latina: Colombia y Venezuela en el siglo XIX Caracas. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, p. 309
  • [3] En: Diccionario de Historia de Venezuela (1992) Caracas: Fundación Polar. T. E-O, pp.121-122
  • [4] En: Diccionario de Historia de Venezuela (1992) Caracas: Fundación Polar. T. A-D, p. 23
  • [5] En: Diccionario de Historia de Venezuela (1992) Caracas: Fundación Polar. T. A-D, p. 579
  • [6] En: Diccionario de Historia de Venezuela (1992) Caracas: Fundación Polar. T. A-D, pp. 996-997
  • [7] En: Diccionario de Historia de Venezuela (1992) Caracas: Fundación Polar. T. P-Z, p.39
  • [8] El Cojo Ilustrado, revista quincenal, cuyo Director fue J.M. Herrera Irigoyen. Su primera publicación fue el 1 de enero de 1892, y la ultima, el 1 de enero de 1915. Uno de sus dueños, Manuel María Echezuría, era cojo, y de ese hecho salió el nombre de la revista. Dicha revista puede ser consultada actualmente en la Biblioteca Nacional, en la Biblioteca del Banco Central, entre otras.
  • [9] BRIGÉ, Carmen Auto-psicología. En: El Cojo Ilustrado (1899) 1 de diciembre. N° 191. Año VIII, p. 790
  • [10] BRIGÉ, Carmen Madrigal. En: El Cojo Ilustrado (1899) 1 de diciembre. N° 191. Año VIII, p. 304
  • [11] PARDO BASAN, Emilia Cuento de Invierno. En: El Cojo Ilustrado (1899) 1 de diciembre. N° 191. Año VIII, p.795 
  • [12] Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997) p.91
  • [13] En: Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997) p. 284
  • [14] ELEROY CURTIS, Williams (1896) Venezuela país de eterno verano 1896. New Yor: Harpers ando Brothers Publisher

  • [1] Según el Diccionario de Historia de Venezuela (1992). Caracas: Fundación Polar, T. P-Z, p. 60
  • [2] ALCALÁ RENDÓN, María de. En. Diccionario de Historia de Venezuela (1992) Caracas: Fundación Polar, T A-D, pp.91-92
  • [3] Dice Robert Kerr Porter, que la Sra. Smith, esposa del cónsul norteamericano le ha dicho que la Sra. del General Paéz (Barbarita), asi como la Sra. del Dr. Miguel Peña, son las principales damas de la ciudad que junto con otras mujeres asisten a las sesiones del Congreso, lo que demuestra como se estaban estableciendo derechos iguales (sin formas), 26 de agosto de 1830. En: Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997), p. 244
  • [4] Sra. Vollmer, 9 de enero de 1839. En: Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997), p. 846

[5] Sra. O´Callaghams, 11 de enero de 1835. En: Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997), p.679

  • [6] Sr. Espinal, 6 de noviembre de 1839. En: Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997), p. 874

[7] ACOSTA, Vladimir (1989) Reformas liberales y acumulación originaria en América Latina: Colombia y Venezuela en el siglo XIX Caracas. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, p. 306


  • [1] El historiador y el hombre cotidiano. Capítulo X, III. En: Le Goff, Jacques (1991) Lo maravilloso y lo cotidiano del Occidente medieval. p. 141
  • [2]  El Cojo Ilustrado (1894)
  • [3] Diccionario de Historia de Venezuela, de la Fundación Polar, el Diario de Robert Kerr Porter, Venezuela país de eterno verano 1896, el libro de Le Goff, – mencionado en la nota anterior-, Reformas Liberales y Acumulación Originaria de Capital Colombia y Venezuela, El Cojo Ilustrado.
  • [4] Como es el caso de una de las hijas del General Santiago Mariño, según lo refiere Robert Kerr Porter, en su Diario, con fecha lunes 19 de dic. de 1825. En: Porter, Robert Kerr (1777-1842) Diario de un Diplomático Británico en Venezuela 1825-1842. Caracas: Fundación Polar (1997), p.64

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